Por el lic. Robert Enmanuel Espinal Luna
Licenciado en Derecho, egresado de la especialidad en Historia Aplicada a la Educación (PUCMM, 2011) y de la Maestría en Historia Aplicada a la Educación (PUCMM, 2012). Actualmente es estudiante del Doctorado en Historia del Caribe (PUCMM) y profesor de la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales de PUCMM STI.
En su muy conocida obra “El Mito de los Padres de la Patria”, el doctor Juan Isidro Jimenes Grullón, le atribuye a Sánchez, entre otras, las siguientes traiciones al ideal trinitario: 1) el apoyo de Sánchez al otorgamiento de plenos poderes a Santana el 19 de marzo del 1844; 2) el apoyo ofrecido a Santana en 1853, quien ascendió nuevamente a la presidencia, luego de hacer desterrar a Báez, a quien había servido; 3) los elogios de Sánchez a Santana, luego de que este fusilara a su tía María Trinidad y a su hermano Andrés; 4) su repetido apoyo a Báez en 1855 cuando este retornó de nuevo a la presidencia; y 5) su apoyo al movimiento político que derrocó a Báez y llevó a Santana nuevamente al poder.
El apoyo de Sánchez al otorgamiento de plenos poderes a Santana el 19 de marzo del 1844 fue una clara actuación típica de la política del momento, pues Pedro Santana era el líder indiscutible entre los militares y el pueblo, y su liderazgo fue reconocido muy ampliamente a nivel nacional. La situación imperante era tan difícil como delicada y no se podía hacer otra cosa que no fuera apoyar a quien había encarnado el ideal supremo de la patria en medio de los inicios de la guerra con Haití, y quien había representado ese ideal era sin duda Pedro Santana, de quien es fama que las autoridades haitianas habían dicho que él era el único a quien temían, pues le reconocían capacidad de mando y liderazgo y por lo tanto, era el único que podría encabezar una rebelión contra el orden establecido por ellos a partir del 9 de febrero del 1822.
El apoyo ofrecido a Santana en 1853, quien ascendió nuevamente a la presidencia, luego de hacer desterrar a Báez a quien había servido, es quizás de todas las actuaciones de Sánchez la que más demuestra la naturaleza coyuntural de su trayectoria, lo que no borra la sustancia esencialmente patriótica de su conducta política y la fidelidad a las ideas que animaron su juventud, que nunca se marchitaron en la madurez. Levantar la mano sacrílega contra Sánchez por esta u otras razones, no es pues digno de quien se precie de comprender el ambiente social, económico, político y cultural que le tocó vivir a él y al resto de sus compañeros de generación.
Los elogios de Sánchez a Santana, luego de que este fusilara a su tía María Trinidad y a su hermano Andrés. Este hecho obedeció a una postura política estratégica, pues sabedor Sánchez de cómo actuaba Pedro Santana, para salvar el pellejo se hizo necesario actuar así en determinadas situaciones, lo que se prolongó en el tiempo en figuras como Juan Antonio Alix, quien en su momento cantó las glorias de Lilís, y con la misma pluma con que lo exaltó, luego lo reprochó. La naturaleza cambiante de la política se manifestó repetidas veces en la vida de Sánchez y de otros próceres que, como Mella, también le sirvieron a Santana.
Su repetido apoyo a Báez en 1855 cuando este retornó de nuevo a la presidencia, pone de manifiesto nuevamente los vaivenes típicos de la política de un país que, como la República Dominicana de ese momento, estaba atravesando por un proceso en el que se estaba construyendo el Estado, y en el que las debilidades de este quedaban manifiestas en la carencia de banco propios; de una clase burguesa que le diera sustento; de una industria capaz de impulsar el desarrollo y el progreso; de un sistema educativo que formara ciudadanos capaces, organizados y conscientes. Estas flaquezas se expresaban de múltiples formas y la conducta de Sánchez y de otros era simplemente un indicador.
Su apoyo al movimiento político que derrocó a Báez y llevó a Santana nuevamente al poder en 1857, hace pensar que la política de la época se movía como un péndulo, en el que a ratos estaba a favor de Santana y a ratos a favor de Báez, dejando en medio a otros líderes de menor presencia.
Sánchez no escapó a esa realidad y esa es la explicación de su conducta como político, lo cual dista mucho de ser la concreción de decisiones personales calificadas tan duramente por el doctor Jimenes Grullón, como para llevarlo al extremo de percibirlo como un traidor al ideal trinitario, que de hecho era su ideal, el de una Patria libre, soberana e independiente de toda potencia y por el que tanto luchó.
Lo que veo entonces en Sánchez es a un ciudadano que supo ser patriota y político, y que aprendió, en los duros avatares de la cotidianidad, a armonizar magistralmente estas dos realidades –el patriotismo y la política– a pesar de la independencia que tienen ambas entre sí.
Su desbordante amor a la Patria, su respaldo sincero y permanente al ideal independentista, su capacidad para arrostrar los vaivenes de la política partidista y su irrestricta oposición a la Anexión a España, que lo llevó a morir fusilado, hacen de él un gran prócer, merecedor del muy digno título de Padre de la Patria.